Conversaciones

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De la calidad de nuestras conversaciones depende la profundidad de nuestras relaciones. Así, necesitamos identificar el grado de prioridad que las relaciones tienen para nosotros a fin de no equivocarnos en el nivel o tono de las conversaciones.

Será distinta la prioridad que le dé a la esporádica conversación que pueda tener con quien me atienda casualmente en la estación de servicio, que la importancia de lograr acuerdos y mantener armonía a largo plazo con un compañero de trabajo.

Organizaciones asertivas

La familia, como organización primera, nuclea a miembros que mantienen un vínculo afectivo, el cual precisa ser cuidado y por ello a veces consideramos que “por la paz del hogar” resulta mejor evitar algunos temas sensibles.

Esta actitud, en realidad, no elimina los problemas, sino que al contrario, niega la posibilidad de solucionarlos, a la vez de propiciar el caldo de cultivo ideal para que crezca la incomodidad, además de dar lugar a la creación de conversaciones subterráneas, como serían los chismes, o ese contexto que se siente, pero no se dice, en el cual se producen molestias por las interpretaciones que no siempre condicen con la realidad.

Lo peor, sin duda, se da cuando uno cree que está conversando de manera honesta y el otro, sin embargo, tiene un discurso que responde a sus pensamientos, pero que es distinto a su sentimiento y que está influenciado por el trasfondo que siempre está presente y nos brinda una idea distorsionada.

Si esto puede suceder en el propio ambiente familiar, cuánto más podría acontecer en una organización en donde se conjugan historias de vida, orígenes, culturas, experiencias y conocimientos distintos, entre personas que no tienen mayor afinidad que coincidir en un lugar de trabajo.

Sin embargo, el clima laboral influye notablemente en la eficiencia, productividad y rotación de los colaboradores. Por ello, las organizaciones destinan importantes recursos financieros para realizar actividades al aire libre y cursos de motivación o liderazgo, con la esperanza de que estas vivencias puedan impactar positivamente en el entorno empresarial.

Estoy segura de que todos estos esfuerzos financieros y de tiempo, serán bienvenidos y tendrán algún grado de impacto. Por otro lado, quizás las personas valoren más la creación de espacios y momentos propicios para que se desarrollen conversaciones asertivas entre sus miembros.

Nos gustaría creer que somos personas íntegras, pero eso significa ser contigo como lo soy conmigo, lo cual resulta difícil en una sociedad donde consideramos que la amabilidad consiste en colocarse una careta con la sonrisa pintada independientemente a nuestros pensamientos y sentimientos reales. Si todos “fingimos” cortesía, lo que tendremos será hipocresía y con ese elemento como pegamento de las relaciones no podemos esperar logros importantes ni sustentables.

Una relación que pretendo sea a largo plazo debe ser suficientemente honesta como para no dar lugar a dudas que carcoman la confianza. Tampoco habría lugar a exposiciones de verdades como si la mía fuera la única valedera, porque si reconozco al otro como genuino, debo también respetar el hecho de que sus ideas son tan válidas como las mías, por ello no es lo mismo convencer al otro que conversar con el otro, tampoco es igual el diálogo al debate.

Lograr diálogos generativos que nos encaminen hacia el compromiso y la acción, hacia la construcción de realidades conjuntas, debe basarse en la valoración, en el reconocimiento, en el aprendizaje y en la permanente apertura hacia la evaluación e incorporación de cambios. Esto no es fácil, pues el cambio implica asumir consecuencias que no siempre puedo apreciar en su total dimensión.

Texto y contexto

Conozco personas que se describen a sí mismas como francas y directas, pero al conversar con su entorno, con quienes integran su equipo de trabajo diario, éstos describen al sujeto como agresivo y totalmente falto de tacto.

Pero el otro extremo sería la pasividad, igual o más nociva que la agresividad, pues implica dejarse llevar por las ideas y deseos del otro; dicha persona cede la capacidad de decidir, no expresando sus propios deseos y sentimientos. El no tomar una decisión también es una decisión, pero que raya a lo irresponsable pues es incapaz de hacerse cargo de los resultados de su inacción.

La victimización otorga el poder de “no poder”, hallando siempre al otro como culpable de todas las consecuencias negativas y no siendo capaz de asumir su propia responsabilidad. No muy lejos se encuentra la voz del cinismo, que surge cuando alguien prefiere no opinar y por ende al no ser parte no se compromete con la acción ni con el resultado, porque considera que su participación no lograría ningún cambio o incidencia. Pero, no podemos olvidar que será el líder de un equipo el que asuma de todas formas, el costo de la inacción colectiva.

Por ello, urge la redefinición del modelo de conversaciones en las organizaciones, necesitamos trabajar con el otro en una relación guiada por la asertividad, la cual podríamos describir como la habilidad de expresar en el momento oportuno, en forma clara y directa, lo que sentimos y pensamos, cuidando la forma en la que nos expresamos de manera a que el otro entienda el mensaje, sin sentirse agredido o menospreciado.

En las conversaciones se generan nuevas realidades, por eso debemos cuidar el contexto en el cual surgen las comunicaciones. Con gran facilidad pueden malinterpretarse textos de un email o de un mensaje de texto, pues al carecer de tono de voz, expresión corporal y ubicación en cuanto a la emoción en la que se encuentra el receptor del mensaje, puede ser entendido con un tono diferente, quizás alejado de la intención de quien ha redactado el mismo.

También deberemos identificar cuáles serán los temas que deben ser tratados de manera confidencial y cuáles podrán ser conversados de forma pública, qué decisiones pueden ser ágiles y en cuáles se requiere de mayor prudencia; al fin y al cabo todo lo que se genera en una organización, se inicia y pasa por las conversaciones.

Las empresas, el Estado, las sociedades, las familias, toda organización que puedas imaginar nos lleva a sorprendernos de la maravillosa complejidad del ser humano que construye comunidades y se encuentra en constante evolución, manifestando a través de las conversaciones su propia creación.

Jamás olvidemos de que la esencia de cada persona no es debatible ni negociable, la conversación es posible cuando se admite al otro como legítimo y auténtico, tan válido como uno mismo, la dignidad nunca debe verse avasallada pues mi derecho va hasta donde inicia el derecho del otro.

Si queremos organizaciones empresariales sustentables, será necesario reconocer al ser humano como esencial en la construcción del presente y futuro, sin perder de vista que la eficacia de cada intervención dependerá de las condiciones de principios y criterios de las personas que intervienen. Sigamos Hablando de Dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.

Fuente: Econ. Gloria Ayala Person