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“Detox” de las redes sociales: ¿nos ha quitado el COVID-19 la venda de los ojos?

Todos aquellos que son propietarios de un smartphone conocen perfectamente la sensación. Se lamentan de tener una lista interminable de tareas por delante y aun así, cuando salta en su teléfono inteligente una notificación (estúpida a más no poder para más inri), no pueden evitar la tentación de descubrir que hay detrás de ella.

El manido concepto de “detox” digital está más en boga que nunca y es posible hincar a éste el diente de manera radical (extirpando de raíz todo contacto con las nuevas tecnologías) y hacerlo de manera más suave (apostando, por ejemplo, por aplicaciones para medir el tiempo que invertimos en las redes sociales).

La adicción al smartphone no es nueva en modo alguno ( es una dependencia de alguna manera parenne con la que hemos aprendido a “malvivir”, pero sí es cierto que la crisis del coronavirus la ha intensificado hasta límites insospechados, explica Insa Heegner en un artículo para Meedia.

En los últimos meses (buena parte de los cuales los hemos pasado totalmente confinados) hemos estado “encadenados” más que nunca a las redes sociales, a las apps de mensajería y a los vídeos (consumidos en cantidades industriales en todas las plataformas habidas y por haber).

Nuestros rutinas laborales (y con ellas también nuestros contactos) se han mudado en los últimos meses a las ubicuas plataformas digitales. Y aunque nadie pone en duda la utilidad de este tipo de plataformas, pero es casi imposible no reprimir un escalofrío cuando nos paramos a pensar en el tiempo (casi vergonzoso en su enormidad) que invertimos cada día de pantallas digitales.

El teletrabajo nos ha hecho abrir los ojos a los perniciosos efectos de las redes sociales

Sin embargo, es en buena parte el teletrabajo al que nos ha forzado la pandemia del COVID-19 el que está logrando que pongamos más en valor el contacto humano no mediatizado por ningún tipo de pantalla.

Y al tiempo que apreciamos más nuestra vida social fuera de la red de redes, no podemos sino cuestionarnos hasta qué punto es saludable (y enriquecedor) pasar tanto tiempo de nuestras vidas en los social media.

En todo caso, si los usuarios de las redes sociales son conscientes cada vez en mayor medida del veneno agazapado en las entrañas de estas plataformas, las marcas deberían adaptarse también a esta nueva realidad en sus estrategias de comunicación. ¿Cómo se comporta su target? ¿Cuáles son sus intereses y necesidades? Estas preguntas deberían merodear por las cabezas de todos los marketeros ávidos de agasajar a su público objetivo con contenido relevante y segmentación verdaderamente depurada.

Y también los responsables de las redes sociales deberían reflexionar sobre la mejor manera de poner coto al sentimiento de sus usuarios (que evidentemente existe) de que buena parte de su tiempo lo malgastan en contenido totalmente irrelevante. Al fin y al cabo, peor que el contenido que nadie ve es aquel que se ve, pero provoca desazón a quien lo contempla, concluye Heegner.

Fuente: Marketing Directo.