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El poder del “No sé”

No sé: dos palabras que abren un mundo de posibilidades y generan una infinidad de emociones. Por un momento, quiero que piensen cuántas veces en la última semana dijeron “no sé” cuando alguien les consultó algo, y si vamos al último mes, ¿recuerdan cuántos “no sé” respondieron?

¿Qué despierta en nosotros mismos decir esas dos palabras? El no sé a lo largo de la vida estuvo marcado con subtítulos añadidos y muchas veces tuvo efectos que nos llevaron a buscar las respuestas para evitar las consecuencias de responder con esa breve frase. En el colegio, responder con un no sé a la profesora era sinónimo de irresponsabilidad, de no haber estudiado, de no saber la lección y por ende se traducía en una mala nota. En otros casos, un no sé de los niños ante consultas de sus padres podía ser catalogado como una mentira, por no querer decir la verdad y como resultado se obtenía un castigo.

Poco a poco esos no sé fueron formando a los adultos profesionales que somos hoy en día y por ende podemos hacer largas listas de las cosas que sí sabemos y de las cosas que no sabemos o decidimos no saber, pero nos cuesta mucho aceptar ese mundo que no sabemos.

Entonces llegamos a una frase dicha con frecuencia: Sabemos lo que si sabemos, Sabemos lo que no sabemos, pero no sabemos lo que no sabemos.

Y en hacer las paces de que hay todo un mundo que no sabemos y en la apertura ante ese no sé es que empieza a abrirse un universo de posibilidades.

Pongamos como ejemplo a una emprendedora, una mujer que cocina tortas deliciosas y toma el riesgo de abrir su local y empezar a vender esos manjares que salen de su cocina.

¿Qué sabe esta emprendedora? Sabe cocinar, aplicar recetas, tiempos de cocción, conoce el packaging que mejor le va a su producto, formas en las que puede entregar a los clientes, precios de la competencia y un montón de otros conocimientos.

Continuando con el ejemplo, también sabe que no sabe sobre contabilidad, sobre leyes para abrir su emprendimiento, desconoce de diseño y de los colores para crear una marca acorde, tampoco sabe cómo calcular el punto de equilibrio para llegar al monto de facturación mínima y no perder dinero mensualmente.

Y entre esos dos mundos, entre el saber y no saber, es que entra todo lo que esta emprendedora no tiene idea que no sabe, porque nunca tuvo contacto con esa área de una empresa, nunca tuvo la necesidad de planteárselo antes. Sin embargo, es imprescindible que lo sepa para el éxito de su emprendimiento.

Entonces, ¿qué harían a partir de ahí siendo esta emprendedora? Seguro se les ocurren muchas acciones ante el supuesto.

¿Pero cómo es nuestra actitud ante este “no sé”? ¿Qué tan abiertos somos a aceptar que no sabemos? Repito la pregunta del inicio: ¿Cuántas veces en el último mes respondieron que no sabían la respuesta cuando les consultaron algo?

¿A quién no queremos defraudar cuando no decimos no sé? ¿Para quién son las respuestas que buscamos? ¿Qué pasa dentro de nosotros mismos cuando aceptamos que no sabemos algo?

La propuesta es tomar conciencia de la cantidad de oportunidades que se generan cuando decimos que no sabemos algo, cuantos más no sé entreguemos, mayor es la posibilidad de seguir aprendiendo. Los límites están donde nosotros mismos los ponemos, son nuestros prejuicios personales los que están marcando la cancha.

Y los dejo con esta frase que dice «Cuanto más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza». Porque en el acto hacerse el más pequeño, teniendo la mayor apertura, es donde se terminará siendo el más grande.

Fuente: NAUTA