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¿Influyen las redes sociales en nuestra sensación de felicidad?

Desde que alcanza nuestra memoria, innumerables estudios se han armado de argumentos para dar con el significado de la felicidad y ofrecer las herramientas mágicas que nos digan cómo alcanzarla, cómo ser felices. La felicidad, definida como un estado de ánimo de aquella persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo positivo, es el timón que mueve nuestro barco día a día, ¿cierto?

Nos gusta rodearnos de personas que nos hagan sentir bien, queremos vivir experiencias que nos hagan sentir plenos, viajar y conocer sitios que nos sorprendan, probar nuevas gastronomías y guardar recuerdos de todo ellos. Hace poco escuchaba a un responsable de marketing de una conocida cadena de restaurantes decir «quiero que cuando las personas se sienten en nuestras mesas, se sientan tan emocionados con lo que van a vivir, que lo primero que quieran hacer es una fotografía para compartirla en sus redes sociales».

Pues bien, de esto tratan las redes sociales, de compartir con nuestro entorno lo que nos apasiona, aunque también aquello que anhelamos o nos gusta tanto, que forma parte de nuestra personalidad y nos representa. Con las redes sociales generamos empatía con nuestro entorno y podemos crear lazos que nos acerquen a través de ellas.

Aunque hay estudios recientes que avalan el uso de las redes sociales en España hasta en un 80%, como el realizado recientemente por la compañía Hootsuite, desde su auge, el social media siempre han tenido detractores. A través de estas plataformas, conseguimos trasladarnos a lugares y sentir emociones que no podemos vivir si no es a través de las redes sociales. Esto nos produce una sensación de satisfacción, de plenitud, una sensación de querer seguir consumiendo sus contenidos, de querer conocer más personas con nuestros mismos gustos, o incluso personas a quien aspiramos parecernos, más lugares para viajar o para deleitarnos con la vista, más platos de comida extravagantes, más estilos de moda que nos guíen, más tipos de decoración para nuestra casa, más rutinas de belleza y, así, sucesivamente. En definitiva nos hace felices, y aquello que nos hace felices nos gusta, por lo que seguimos consumiendo contenidos que tienen un especial vínculo con cómo somos o cómo queremos ser.

Pero, como ocurre con todo, hay que prestar atención a los excesos, hay que ser conscientes de cuánto contenido consumimos y cómo lo consumimos para no generar una sensación de anhelo constante, al pensar que todo lo que encontramos en redes sociales es perfecto e idílico y lo que nosotros tenemos no está bien. No podemos olvidar que los paisajes que nos aparecen en posts de Instagram, los platos de comida que vemos en las stories, los looks de moda que nos muestran en TikTok, son verdaderamente emocionantes, pero no dejan de ser tan solo una muestra de un 1% que queremos que los demás sepan y vean de nosotros. Tenemos que apreciar lo hermoso de lo bucólico, del lujo, de la belleza, pero también el encanto de las vistas desde nuestra ventana, la tortilla francesa cuando no tenemos nada más en el frigorífico, o el chándal dominguero -y también está bien compartir esto con nuestro entorno: seguimos siendo nosotros mismos, y eso nos debe hacer sentir bien.

Fuente: marketingdirecto.com